Latido


LATIDO


Pequeño, era pequeño cuando yo lo sentí. Lo sentí muy adentro, profundamente escondido casi tembloroso. Fue aquella mañana de invierno, en mi casa, en mi antigua casa a orillas del lago Inari. Diez velas congeladas y una nariz roja. Por aquel entonces mi cara de niña de seis años estaba cubierta de ligeros copos dorados que hacían mi expresión aún más inocente. Nunca he sabido a que sabe el amor, a que saben los besos estrellados y las miradas de pícara inocencia. Nunca. Pero eso no me ha preocupado demasiado, o eso creía.

Como todos los viernes Alma y yo salimos a comprar al mercado, un lugar que recuerdo no me gustaba nada, era demasiado bajita como para curiosear, (esa manía mía por querer abarcar todo), la gente andaba a empujones, pendulando y yo con ellos. Esa misma tarde, de ese viernes cualquiera, empecé a comprender un poco cómo funciona el mundo, empecé a comprender esa complejidad que se me presentaba: Amor, y era maravilloso, la misma sensación de ilusión que se despierta una mañana de Navidad y se apodera de tu sonrisa sin previo aviso.
Alma estaba tumbada en el sofá y me miraba con esos ojos de ternura que ella tiene, con esa sonrisa pacífica que tantas lágrimas ha contenido. Ahí estaba ella, el jersey de lana resbalaba sobre su hombro dulcemente, así, como era ella. Recordaré ese instante toda una vida: la belleza de Alma al olor de la leña inquieta, la suavidad de la alfombra, mis dedos juguetones sobre las páginas de aquel cuento que nunca leí, todo. Su voz, su cálida voz me nombró. -Carlota ven aquí conmigo. Me senté a su lado esperando ansiosamente su palabra. Y entonces cerró mis ojos delicadamente y acercó mi mano sobre su pecho. -¿Qué me dirías que es?, me preguntó. En ese instanté sentí que vivía, que mi cuerpo corría y corría: era libre. -Es el corazón... Acerté a decir timidamente, (como de costumbre). -Muy bien Carlotta. Alma me abrazó aplastando mi cabeza sobre su pecho. Latía, latía sin cesar, era hermoso cómo vivía, como sentía. -El corazón no es sólo un simple órgano, es mucho más, ¿lo sientes?. Afirmé con la cabeza, mientras sus manos acariciaban mi pelo con lo que más tarde descubriría que era amor. -Cada ser vivo tiene un corazón diferente, vive diferente, late diferente y siente distinto Carlota. Puede que mucha gente te grite, te insulte o te haga daño aquí, pero seguramente haya otras personas que te amen, que latan por tí y compartan contigo ese vivir, ese latido tras latido. La persona es el ser más complejo que existe, su corazón late igual que el de un elefante pero no vive igual, no siente igual. Cada persona tiene su propia frecuencia, su propia música interna que hace vibrar cada una de sus células, que hace que sea esa persona única e irrepetible. Y tú Carlota tienes que empezar a saber lo que esto significa.

Durante la explicación caí en un profundo sueño bajo el lejano latido de Alma, oía su voz a lo lejos, su música constante y sentía sus caricias allá en el infinito de los sueños.
Esa noche Alma vivía, esa noche latía muy fuerte dentro de mí, yo me sentí Alma en aquel sueño congelado a orillas del Inari, aquella noche me amaba, yo la amaba. Ese latido que para mí era imperceptible se convirtio en la inmensidad de ese sentimiento que más tarde descubriría que era amor. Ese vínculo estrecho que se creó en la placenta: el latido de una madre enseñando a su pequeña a latir, a vivir y a sentir.

(...)

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2 Mordiscos:

    Contraste.
    Tu imagen y mi dolorosa ausencia de imágenes como la tuya en mi memoria, en mi recuerdo.
    Será que mi Alma estaba ausente.
    Será que cada Alma "tiene un corazón diferente, vive diferente, late diferente y siente distinto."

    Gracias por este momento
    :-)

     

    Gracias a tí por pasarte Weimariano

     

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