Le soleil est au-dessus des nuages


 Le soleil est au-dessus des nuages


Ahora, sentada en este antiguo sofá intento retener el surrealismo de estos días. Parece irreal que mientras escriba esto un chico en la planta de abajo hable en francés mientras de fondo retumba la sinfonía erótica de la habitación "prive". Alisson está todo el día frente a la pantalla. Su piel se ha vuelto más blanquecina, ahora sus pecas parecen desvirgar el desierto de su cara. El ordenador se calienta en mis rodillas y quiero un chocolate que tiemple la noche.

Acabo con el calor de mis piernas con  una chaqueta de segunda mano y la compañía de Valeria y Agustina. Atravesamos los raíles oxidados de Chausseé de Mons. Con el sigilo de la niebla nos colamos entre las puertas de aquel vagón sesentero rumbo a la garganta desgarrada del blues de la place. Las lámparas bailaban Tainted Love a ritmo de guitarra y cajón. El pelo de Martin era inacabable, una cascada de chocolate caliente sobre los hombros. Su sonrisa me invitó a saborear el dulce placer del chocolate belga en la soledad del pintalabios usado, en la compañía del taxi negro de imágenes difusas. Sus manos intentaban retenerme en su alma, en la inmensidad del abrazo desnudo. Aquella noche sus ojos me contaron su historia, derramaron su música sobre mi pecho. Un autobús vistió de nuevo su cuerpo y el mío y Valeria abrió de nuevo la puerta.

Un número de teléfono y un atropello. Cruzaba en verde. Él también, en perpendicular. Aún siento el metal frío en mi cadera y la rueda apoyarse sobre la cuña de mi pie. Lloro, de impotencia, mientras una mujer despide a un familiar invisible que parece llenar la estación con su prisa fantasmal. Un hombre calienta sus rodillas con un capítulo de pokemon y la niña rubia pintaba cabezas enormes, gatos con camiseta, niñas con coletas y jirafas sin manchas en los tickets de tren. Cerré los ojos y pensé que él estaba allí, en la dirección de la servilleta arrugada, en la estación, que vendría a despedirse. Aunque quise que no estuviera. No me gustan las despedidas ni el gas de la coca cola. Sin gas me fui al autobus. Todos viajaban en el bolsillo trasero de mi mochila, junto a una chocolatina de zanahoria, hacían demasiado ruido asi que puse la musica a todo volumen y me quedé dormida. Cuando desperté, era demasiado tarde para despedirse, demasiado tarde para salir del avión. Un chico leía un articulo de historia en francés y un gay se asustaba del clima. Las azafatas se convirtieron en vendedoras ambulantes y empecé a interesarme en un artículo de babelia. Ya estaba en Madrid. En unas horas me convertí en una lombriz de tierra, igual de viscosa y resbaladiza. La gente se asusta demasiado, huyen de la realidad cercana de tierra, de los bichos, de los gusanos. Me gusta la gente, así no tengo que ir al zoo.

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3 Mordiscos:

    Y que la gente diga que la vida es aburrida...

    Un beso desde París.

     

    La gente es mucho mejor que el zoo.

    Nous sommes des animaux plus exotiques.

     

    Cierto, hay más variedad, imprevisible...

    ;)

     

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