Y si te quiero abierto...




Esa noche mis zapatos no estaban de acuerdo. Laura miró atrás, allí donde se pierden las gabardinas informes pero no vio nada. Absolutamente nada. Aún persistía el olor anestésico del blanco, continuaba el rumor difuso de su risa clara, casi ahogada en la laguna de las aves aulladoras. Nunca es lo suficientemente tarde para volver la vista atrás. Laura siguió avanzando en línea recta, no le gustaban las calles sinuosas y menos aún si eran oscuras y de mirada perversa. Siguió con cuidado cada chicle, que desde hace años había ido pegando al suelo día tras día, tarde tras tarde. Mientras el sabor a chicle se perdía en sus papilas, buscó la melancolía de las sombras fundirse en la acera, pegándose fuertemente sobre aquellas gomas aplastadas.
Ama la vida, los lunares y las hojas color de atrévete a pisarme y morirás, pero aún le gustaba más aquella cabina abandonada al final de la calle que llevaba al Gran Boulevard, aquella cabina en la que se podía leer:  ¿Te pego la Soledad?,  te pego de verdad. Le encantaba pensar en esa enfermedad y responder a aquella pregunta, también oxidada. Pero no lo entendía. En realidad no sabía bien en que consistía la Soledad, aunque fuera algo que le acompañaba desde su infancia.
Esa noche mis zapatos no estaban de acuerdo. Laura miró atrás y pensó en todo aquello que dejaba tras de sí, una estela de infinitas casualidades, pero decidió seguir,
                                                                                                         (sin mirar).
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Y si te quiero abierto...

Y si te quiero abierto
como el centro imposible de un mundo transparente,
si te quiero imposible, más allá de mis brazos
o la aurora que extiende un sueño en las tinieblas,
más abierto que el viento, más leve y más amante,
será porque mañana nos quisiera infinitos,
unidos como nieve a punto de ser agua.

Y es por eso que dejo resonar la memoria,
todas esas palabras de hilo que se enredan
en tu boca o la mía.


Chantal Maillard 



1 Mordiscos:

    Porque hacia delante hay caminos desconocidos y hay que tener los ojos abiertos en todo momento.

    Genial, como siempre.

    Un beso, preciosa.

     

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